Hay una alfombrilla en mi rellano que dice “Cuidado con el perro” y está recortada como si algún monstruo malévolo se hubiese zampado una esquina.
Los inquilinos de ese piso son los dueños de un Yorkshire toy. El perro será ruidoso, histérico y rabioso pero, desde luego, no hay que tener cuidado con él.

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