domingo, 18 de abril de 2010

84.000 cucarachas y Bruno

Conozco la historia de un hombre llamado Bruno que cría diferentes especies de animales en su pequeño zoo.

Bruno nació en el Ensanche de Barcelona, prácticamente a la vez que el edificio donde le dieron a luz y en el que todavía transcurre su vida. Ambos rondan el siglo aunque por su aspecto bien podrían llevar en el mundo alrededor de unos doscientos años. Él se corresponde con el cliché de anciano malhumorado y solitario, y a sabiendas que el incremento de tozudez es directamente proporcional al paso de los años, no debe ser un vecino fácil de soportar. Bruno es ya el único inquilino que conserva el espíritu de finales del XIX: a día de hoy todavía se niega a instalar un retrete o una bañera en su propiedad. Debido a su actitud pro-palangana y a los efectos del paso del tiempo, ni los múltiples patios a los que se abre su vivienda han sido suficientes para salvar a este edificio tan viejo como él de la invasión de las temidas cucarachas.

Los vecinos residentes en el mismo bloque que Bruno no tardaron en apreciar la invasión de las cucarachas a lo largo y ancho de las zonas comunitarias procedentes de la rendija inferior de su puerta. Trataron de disuadir la conquista de estos animalillos existentes desde el Silúrico a través de diferentes venenos y actualmente buscan una forma legal de introducirse en la vivienda de Bruno, aún en contra de su voluntad, para que la plaga pueda ser fumigada por expertos.

Hay que saber que las cucarachas son animales nocturnos que pasan más del 70% del tiempo escondidas y que se estima que por cada cucaracha que se ve cohabitan en el lugar otras 200. Calculemos la proporción cucaracha-vecino de la comunidad. El edificio tiene tres plantas, principal y entresuelo; cuatro pisos por planta a excepción del ático que solo tiene dos puertas en el rellano; sus vecinos son, además de Bruno, una mujer octogenaria propietaria de tres pisos, un soltero, tres parejas jóvenes, una familia con cuatro hijos y otros tipos de grupos que no varían en exceso la densidad. Digamos que, aproximadamente, en el edificio viven 35 vecinos. Si suponemos que cada vecino sube por las escaleras dos veces al día y baja otras dos y en cada trayecto se encuentra tres cucarachas, viven en el inmueble exactamente 84.000 adorables bichos. Eso son, a groso modo, unas 2.500 cucarachas por vecino.

Pero Bruno no solo disfruta de rastreros (hormigas, cucarachas...), tiene un perro que es la base para el cultivo de algunas otras especies. Su piel y pelo ven nacer, reproducirse y morir a multitud de familias de pulgas, garrapatas y otros a diario. Cabe suponer que en el pequeño ecosistema que ambos habitan se encuentran también crustáceos (cochinillas de la humedad) y arácnidos (ácaros, etc.). Además, las cucarachas transportan sobre su cuerpo organismos causantes de diversas formas de gastroenteritis y en su interior viven gran cantidad de microorganismos como protozoarios. Tal vez quién decidió reproducir un complejo ecosistema integrando en él flora y fauna características del Amazonas dentro del antiguo Museo de la Ciencia de Barcelona habría cambiado de idea si hubiese sabido de la existencia de Bruno y su pequeño zoo.

Sus vecinos le critican, le juzgan y le acusan sin pensar que están machacando al que, probablemente, sea el mayor criador de cucarachas domésticas y otras especies de la suciedad de toda la ciudad.

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